Comprar. Probablemente la actividad más repetida en nuestra sociedad. Comprar por placer, por capricho, por costumbre. Eso sí, por necesidad rara vez. Pero da igual, lo importante es consumir, porque sin movimiento de dinero se detiene el mundo. Políticos y medios de comunicación masivos, lo anuncian a bombo y platillo como parte del remedio a las crisis cíclicas inherentes al capitalismo.
LA SOCIEDAD DEL CONSUMO
Vivimos en un mundo basado en el consumo. Los consumidores son una parte vital del puzzle de la globalización. Reduciendo al absurdo, podríamos decir que lo que tú compras procede del trabajo de otros, y viceversa. Los ‘poderosos’ invierten sus fortunas en financiar nuevos proyectos destinados al consumo, y ese dinero fluye en un círculo vicioso en el que todos intentan obtener la máxima renta económica para seguir consumiendo. Y así hasta el infinito. ¿Los destinatarios? Da igual: ciudadanos de a pie, empresas, guerras, gobiernos... Todo ser viviente está sujeto al juego del capital.
Comprar. Da igual qué. |
Con esta premisa, la primera conclusión evidente es que las compras no pueden ser por necesidad. Es más rentable que se compre por impulso, por diversión. Por el simple hecho de comprar. Que ir de ‘shopping’ sea más satisfactorio incluso que tomar un zumo natural fresquito una mañana de verano, o que subir al monte a ver las estrellas. De hecho, que cualquier cosa que implique gastar dinero sea mejor que las satisfaciones naturales de la vida.
Hablando claro. |
Vivimos rodeados de marcas |
Y este es el único as en la manga. Se necesitan muchos otros trucos para que todo encaje y las ovejas bailen al son del ganadero, con los perros controlando que ninguna se escape del redil. Por ejemplo... ¿conviene al sistema crear productos duraderos? Evidentemente no. Como se ha comentado, el sistema necesita que ese vestido tan bonito que te compraste ayer sea considerado desfasado lo antes posible. Y tampoco quiere que ese ultimísimo gadget que te has comprado te funcione eternamente. Tienes que comprar más! Y para conseguirlo, la industria utiliza sin pudor la llamada obsolencia planificada: los productos deben caducar para que haya que comprar nuevos. La moda, la publicidad, o los sucios trucos técnicos que limiten la vida del producto están a la orden del día.
Terrible verdad....me duele porque me siento dentro de ese grupo de consumismo...en un grado pequeño pero dentro.
ResponderEliminarGracias por abrir los ojos....
ZERO
Vivir sin dinero!!! ese es el reto!!
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