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19 de octubre de 2012

INCONGRUENCIAS VARIAS

Las últimas noticias apuntan a la posibilidad de que el gobierno prohíba la grabación de las actuaciones policiales en las manifestaciones. Y su posterior difusión en las redes sociales, por supuesto. Esta posibilidad viene a sumarse a esos comentarios que hablaban de 'modular' el derecho a la manifestación. Todo esto choca de frente con la posición formal del propio gobierno ante estas protestas. Al fin y al cabo, para ellos lo que cuenta es la 'mayoría silenciosa'. ¿O no?
A poco que se analicen las declaraciones que llegan desde Madrid, aunque sea de forma somera, no puede sino comprobarse una y otra vez que son la incongruencia hecha gobierno. Pero la realidad es todavía peor, ya que esta incongruencia es de postal. En realidad, la gran mayoría de propuestas y medidas que proponen tienen una innegable carga ideológica. Claro que al gobierno le viene muy bien esa canción, todo un hit, titulada "Si yo no quiero, pero me obligan". Tomar unas medidas claramente impopulares y echar la culpa a otros. Qué chollo, oigan.

Imágenes de la actuación policial el 25-S
Por eso no sorprende que a estas alturas quieran perseguir la grabación y difusión de vídeos de las actuaciones de los antidisturbios. Porque aunque tras cada protesta salgan inmediatamente a ningunearla, a proclamar su fracaso de participación a los cuatro vientos, saben de sobra que una ciudadanía molesta y reivindicativa es como un grano en su gordo trasero. De ahí que vean una necesidad de 'modular' el derecho de manifestación, de prohibir las grabaciones y a saber qué barbaridades retrógradas más. Porque de una forma u otra, que la gente proteste les JODE. 

Exactamente igual que los análisis que suelen hacerse desde el gobierno en reacción a una huelga general. Que si fue un fracaso, que apenas hubo bajón en el consumo eléctrico, que si todo funcionó con normalidad. Lo típico, vamos. Pero simultáneamente, no suelen tener reparos en acusar a los sindicatos poco menos que de ser los representantes de Satanás y sumir al país en un caos. Vamos a ver: o la huelga fue un fracaso, o el país se sumió 'en el caos'. Pero las dos cosas a la vez como que no cuelan. A un gobierno se le valora por sus acciones, y no por sus palabras. Así que digan lo que digan, haciendo lo que hacen demuestran que las protestas les molestan, y les preocupa que una hipotética revuelta popular se les vaya de las manos.

Claro que no lo van a decir abiertamente. Y menos mientras el chiringuito se les mantenga de pie. Saben que, tristemente, para una parte muy importante de la población cuenta más la fachada que el fondo. Así, tenemos a unos populares que no son populares, a unos socialistas que no son socialistas, e incluso a unos demócratas con extrañas tendencias falangistas. Marketing y verborrea, que se suele decir.




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