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3 de enero de 2014

CAPITALISMO REALMENTE EXISTENTE

Uno de los clichés clásicos a la hora de entablar una conversación sobre comunismo, socialismo o marxismo en general, es su a priori utópica definición. Todos hemos escuchado alguna vez frases como 'en la teoría está bien pero en la práctica el 'socialismo real' demuestra que no funciona'. ¿Y qué es eso del 'socialismo realmente existente'?



Esta definición, surgida en los tiempos de la guerra fría, no viene sino a recalcar las diferencias entre el modelo soviético y las enseñazas marxistas, y que los más críticos aprovecharon para descalificar o restar validez a las teorías del economista alemán: su modelo de sociedad es utópico, y cuando se aplica en el Mundo Real, resulta en esperpentos monstruosos.

No voy a entrar en esta ocasión a debatir acerca de si la URSS era o no un monstruo, ni de sus proporciones. Es un tema complejo que no aguanta un análisis simplista de 'buenos' y 'malos'. Sus logros están ahí, lo mismo que lo están sus fracasos, y como digo, no es el motivo de esta entrada.

Pero sí quisiera plantear una cuestión... Si la contraposición del socialismo teórico y el 'socialismo realmente existente' era válida para desprestigiar la ideología y tacharla de inútil, ¿no puede hacerse lo mismo con la ideología dominante de la actualidad, el capitalismo financiero o el (neo)liberalismo? ¿Su planteamiento no es igualmente utópico? Sus consecuencias sociales están a la vista de todos, lo mismo que lo está su teoría. Y a nadie se le escapa que lo mismo que entre el modelo soviético y la teoría marxista surgieron contradicciones, éstas ni son exclusivas del socialismo, ni el modelo socioeconómico imperante en la actualidad se libra de ellas. Así que si se podía hablar de 'socialismo realmente existente', no hay motivo para no hacerlo del 'capitalismo realmente existente'.

Y es que en la ideología neoliberal dominante hoy día, las contradicciones no sólo son notorias sino que por si fuera poco, se producen para mantener el propio sistema en pie. Resulta cuanto menos curioso ver cómo el dogma del libre mercado y la búsqueda de la mínima intervención estatal en asuntos económicos se deja en standby cuando interesa. El Estado no debe intervenir, pero si hay que inyectar dinero público para que una entidad privada no caiga, se hace. Si hay que subir impuestos, a pesar de que la teoría hable de eliminarlos o reducirlos a la mínima expresión, se hace. La paradoja de que para mantener el sistema que quieren, han de establecer un sistema que teóricamente, no quieren.

Tomemos otro ejemplo de los dogmas actuales del liberalismo: la liberalización del sector energético (eufemismo para referirse a la entrega de empresas públicas a amigotes que a futuro, incluyan al político de turno en su consejo de administración) iba a traer un abaratamiento de los precios ofrecidos. Sin la imposición del Estado, el mercado se autoregularía de manera que, gracias a la libre competencia, se establecería un precio menor y más ajustado. Todos felices en el mundo de la piruleta.

¿Pero qué pasó en el capitalismo realmente existente? Que los dirigentes de turno malvendieron un sector público estratégico a intereses privados, haciendo de la energía un bien de consumo en lugar de un derecho. Debido a la importancia y al tamaño de las empresas que compiten en el sector, el mercado de la energía se ha convertido en un oligopolio en la que los consejos de administración de sus miembros (que incluyen a expresidentes de gobierno como Felipe Gonzalez o Jose María Aznar) actúan a sus anchas y promovidos única y exclusivamente por los intereses económicos de sus accionistas, pactando precios con una complicidad absoluta de las instituciones democráticas. Todo un insulto a los postulados de la teoría liberal, pero una realidad que resulta difícil de controlar si no se quiere que los poderes públicos puedan intervenir en economía. Ya saben, la famosa mano invisible que regula el mercado, toda una alegoría de ceder el trono de la razón y la lógica a la esperanza y la fe.

Pero digo más... ¿acaso es posible la libre competencia en un mundo en el que hay unas asimetrías tan brutales? No parece que el modelo de grandes corporaciones, algunas de las cuales ya tienen bastante más poder económico que muchos países del mundo, sea un buen escenario para que se cumpla la utopía liberal. 

Quizá en España el asunto esté aún más liado si cabe debido a que el partido que incluye a la mayoría liberal, agrupa en su seno otras sensibilidades políticas que van desde los democristianos hasta los tardo-franquistas y falangistas que añoran el antiguo régimen, por lo que el propio partido es en sí algo contradictorio. Pero las contradicciones entre la práctica y la teoría neoliberal no es exclusividad del estado español, y los ejemplos estadounidense o alemán dan buena muestra de ello.

A la vista de los hechos, la cuestión no debería ser tanto si los modelos implantados son o no coherentes con sus postulados teóricos, que también, sino la validez de los mismos para tratar sus problemas intrínsecos y la capacidad de adaptación que muestre para ello.

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