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14 de septiembre de 2012

¿QUIÉN HA ROTO 'ESPAÑA'?


Si alguien dice que el nacionalismo es un gran problema en España, es difícil que encuentre quien le contradiga. Pero ese problema no procede tanto de los llamados nacionalismos periféricos (principalmente catalán y vasco), sino más bien por el propio nacionalismo ‘español’, principalmente de su sector más rancio. Sus constantes salidas de tono, su nulo respeto a la diversidad cultural de los territorios y la oscura historia de las élites centralistas, lo han convertido en una auténtica fábrica de independentistas. Podría decirse, sin temor a equivocarse, que el nacionalismo español ha herido de muerte a la única España posible.



No puede decirse que el párrafo anterior pille por sorpresa a nadie. Al fin y al cabo, tradicionalmente, España ha sido el país de la ‘patria chica’. Un lugar donde el sentimiento regional, el apego a las costumbres propias de cada núcleo urbano/social, se impone de sobremanera al sentimiento común. Un territorio en el para más INRI, los sectores más centralistas han impuesto su doctrina a sangre y fuego en más de una ocasión.

El batiburrillo histórico del país en lo que a esta cuestión territorial se refiere, mirado desde un prisma más social, puede verse en el recomendadísimo libro ‘El Laberinto Español’, del historiador e hispanista Gerald Brenan. A continuación os dejo con una cita del mismo:

 “En lo que puede llamarse su situación normal, España es un conjunto de pequeñas repúblicas, hostiles o indiferentes entre sí, agrupadas en una federación de escasa cohesión. En algunos grandes periodos (el Califato, la Reconquista, el Siglo de Oro) esos pequeños centros se han sentido animados por un sentimiento o una idea comunes y han actuado al unísono; mas cuando declinaba el ímpetu originado por esa idea, se dividían y volvían a su existencia separada y egoísta. Esto es lo que ha dado su carácter espectacular a la historia de España. En lugar de unas fuerzas que se van formando lentamente, como es el caso de otras naciones europeas, se han sucedido alternativamente los minúsculos conflictos de una vida tribal y unas grandes explosiones de energía que, económicamente hablando, surgen de la nada.”                                                             EL LABERINTO ESPAÑOL - Gerald Brenan


A esa situación territorial histórica han contribuido notablemente las élites eclesiásticas y gubernamentales del país durante siglos, el caciquismo imperante que tanto tiempo ha perdurado y toda una amalgama de cuestiones que han definido la historia de España.
"Los nacionales", cartel del bando republicano 

Cómo no acordarse también de la dictadura nacional-católica que gobernó con mano de hierro durante más de 40 años en el siglo XX, tras una cruenta guerra civil en la que probablemente se perdió la última oportunidad de conseguir un estado republicano, federal y laico que diera salida tanto a las aspiraciones nacionalistas (burguesas o no), como a las necesidades de la clase obrera y campesina mayoritaria. Una dictadura que ensalzó hasta el infinito valores retrógrados, que aplastó esa visión de la España de los Pueblos, la tricolor, moderna, plurinacional, progresista y social imponiendo su España rojigualda de toros, paella, sol, picaresca y misa de los domingos. No es de extrañar pues que en muchos sectores de la población (y no sólo independentistas) todos esos símbolos patrios provoquen cuanto menos urticaria.



La unión de pueblos. Cartel republicano. 

Y tras ella, una transición que, lejos de ser modélica, no sólo no rompió con el pasado totalitario sino que encima fue guiada en gran medida por aquellos que formaron parte de él. El aplastamiento de las opciones políticas que no tragaban con aquel paripé no cesó, y los presos políticos no desaparecieron en el estado que surgía (como en los casos de Arnaldo Otegi, de la izquierda abertzale vasca, o Manuel Pérez, secretario general del PCE(r)).

Como suele decirse, de aquellos polvos vienen estos lodos. Tenemos una España repleta de símbolos rancios y caducos, vanagloriados por el nacionalismo de la peor calaña. Resulta denigrante que cualquier manifestación o reivindicación nacionalista de los pueblos que conforman el país sea vista desde los sectores más rancios como un intento de ‘romper’ España, siguiendo la tradición nacional-católica, cuando la realidad es que son ellos quienes con su actitud no hacen sino fomentar el odio a esa idea de España que ellos representan, como han hecho siempre.

La histórica manifestación catalana de esta semana, que sin duda traerá cola, unida a las importantísimas elecciones vascas de octubre en las que una fuerza política independentista (y de marcado carácter socialista) parte con opciones de victoria, muestran un momento clave en la historia del país que puede dar lugar a una nueva e inaudita situación política. Aunque todo apunta a que desde la derecha nacionalista española se hará lo posible para aplastar cualquier divergencia.

1 comentario:

  1. Parte de razón tienes, sin duda, pero todos venimos de un padre y de una madre, y el padre y gran alimentador de los nacionalismos periféricos (vasco y catalán principalmente ) es Franco. Son todos lo mismos perros con distintos collares.

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