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23 de julio de 2012

EL TEMOR DE CADA DÍA

Resulta especialmente complicado seguir la actualidad politico-económica y no sentir desazón. Gobernantes y medios de comunicación extienden la idea de que no hay alternativa a las medidas que se están tomando, y la sociedad vive en un continuo estado de shock. Quien tiene empleo, teme por la continuidad del mismo, sobre todo si tiene compromisos bancarios adquiridos. Pero para quien no lo tiene la cosa es todavía peor.



En estos momentos resulta interesante leer a Naomi Klein y su libro 'La Doctrina del Shock', y de paso, el documental sobre el mismo. Un recorrido histórico en el que se postula la teoría de que cuando la sociedad vive en un contínuo estado de sobresalto, duda y terror, las clases dirigentes tienen más facilidad para aplicar drásticas medidas económicas que perjudican notoriamente a las clases populares.
Imprescindible documental basado en libro La Doctrina del Shock (Naomi Klein)

Los ejemplos se suceden: el golpe de estado de Pinochet y la aplicación de las políticas económicas de la Escuela de Chicago; la Rusia de Yeltsin y la conversión al capitalismo, con la pérdida de beneficios sociales como la vivienda prácticamente gratuita y el saqueo de tejido empresarial público tras 90 años de construcción; e incluso lo sucedido tras catástrofes naturales como el tsunami que hace unos años arrasó Indonesia.

Desde el comienzo de la crisis financiera en la que estamos inmersos, en el sur de Europa ya conocemos qué es vivir bajo 'el shock'. Que le pregunten a Grecia, indiscutible país 'laboratorio' donde la élite está viendo hasta dónde pueden tensar la cuerda antes de que se rompa. El miedo se ha instalado en los ciudadanos gracias a una interminable sucesión de recortes y merma de derechos obtenidos tras años de sacrificios.

Por su parte, los evangelistas del neoliberalismo, repiten como cacatúas la doctrina que marca la santísima trinidad formada por el BM, el FMI y OMC, amén del consabido Dios Mercado, que no conviene olvidar que son personas con nombres y apellidos que deciden qué hacer con los ahorros de todos. Una suerte de deidad económica que se pasa por la piedra los pilares de la democracia occidental, que aún con sus grandes defectos (que son incluso mayores en los países como Grecia, España o Portugal, que han vivido bajo regímenes dictatoriales durante gran parte del siglo XX), también cuenta con derechos conseguidos a sangre y fuego.

Hay que decirlo claramente: a 'los mercados' la democracia se la sopla. Su objetivo es hacer beneficio, y por tanto, este modelo jamás podrá ser compatible con la democracia y el bienestar común. Digan lo que digan, y lo diga quien lo diga. La prueba, cada mañana en su diario favorito.

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